
El Vampiro es un ser condenado a vivir eternamente, una vana esperanza de permanencia, de inmutabilidad del mundo que lo rodea, le va atrapando, pero poco a poco va descubriendo que no es así, el mundo que conoce evoluciona mucho más rápidamente de lo que él puede hacerlo, añadiendo además, la innegable tristeza y el vacío que provoca la Soledad, y muchos vampiros no son capaces de soportarlo, como bien explica Armand, en la novela de Anne Rice, Entrevista con el Vampiro:
"¿Cuántos vampiros crees que tienen el valor suficiente para la inmortalidad?. Para empezar, tienene las nociones más vagas acerca de la inmortalidad. Porque al convertirse en inmortales, quieren que todas las formas de su vida sean fijas e incorruptibles: los carruajes hechos en el mismo estilo; vestimentas con el corte mejor; hombres ataviados y hablando del modo que siempre han comprendido y valorado; cuando en realidad, todas las cosas cambian menos el vampiro; todo salvo el vampiro está sujeto a una corrupción y a una distorción constantes. Muy pronto, con esa mente inflexible, y a veces incluso con la mente más flexible, esta inmortalidad se transforma en una condena penitenciaria, en un manicomio de figuras y formas que son desesperadamente ininteligibles y sin valor. Un atardecer, un vampiro se levanta y se da cuenta de lo que ha temido quizá durante décadas: que simplemente no quiere vivir más. Que cualquier estilo o moda o forma de existencia que le hiciera atractiva la inmortalidad ha desaparecido de la faz de la tierra. Y no queda nada que ofrezca la libertad de la desesperación con la excepción del acto de matar. Y el vampiro sale a morir. Nadie encontrará sus restos. Nadie sabrá que ha desaparecido. Y muy a menudo nadie a su alrededor, en caso de que aún busque la compañía de otros vampiros, nadie sabrá que él está desesperado. Habrá dejado de hablar de él o de cualquier otra cosa hace mucho tiempo. Desaparecera".